Mares de viñas, a veces vestidas de verde soportando el calor,
a veces desnudas frente al frío.
Admiración por todos esos «paisajistas» que se ganan la vida con
el duro e incesante trabajo del campo.
Una puesta de sol, el brillo del rocío, un pájaro que canta,
un zarcillo que decora el cielo.
Recuerda que vas a llevar un trocito contigo.
Camino entre cepas retorcidas y sarmientos que despeinan el paisaje, sus tonos oscuros parecen estar llenos de sombras aún estando a pleno sol y los zarcillos crecen en el aire buscando donde agarrarse.
¿Quién no ha sentido admiración por estos mares de viñas alguna vez?
Combinar pedazos de sus rústicos brazos con suaves encajes, metales dorados, trocitos de cerámica encontrados … resulta una combinación transgresora a pesar de formar parte de nuestro paisaje cotidiano, un reflejo del Penedés rural.
Los zarcillos ayudan a los sarmientos a emparrarse para seguir creciendo y sujetar el peso de los racimos.
En otoño e invierno, durante la época de poda, cuando la planta ya no los necesita, los recolecto teniendo en cuenta sus formas y dureza.
Los zarcillos son obras de arte de la naturaleza. Recuerdan el estilo Modernista más Gaudiniano de arquitectura de vegetal.
Los zarcillos tienen formas «Gaudinianas», son como los hijos traviesos de los sarmientos. Retorcidos, llenos de girones y abrazados a sus padres. Recolectados en otoño e invierno durante la época de poda cuando la planta no los necesita.
En la época de poda, los sarmientos caen al suelo. El tiempo les ha dado forma, nudos y curvas que definen qué lugar ocupar en su nuevo rol como joya.
Recolecto los zarcillos en otoño cuando la planta ya no los necesita y únicamente los que por su dureza y forma permiten un trabajo inspirador.
Este collar hecho con zarcillos unido entre sí cosiéndolos y formando una pequeña escultura que recuerda las formas del Modernismo.
